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Quercus suber L.

Esp.: Alcornoque.   Fra.: Chêne liège.   Ing.: Cork oak.   Ara.: Ballut, fersi, frchi, chuber, fernan, fernène, bellut fellini, fellin, dlam.   Tam.: Ahlidj en iderren, igigui, agut, harnech, afersi, aferki, iferki, (corcho): akartassu.

Árbol perennifolio, monoico, de hasta 20(25) m de altura, de aspecto ovoideo-redondeado. Tronco derecho o algo tortuoso en terrenos rocosos. Corteza suberosa muy gruesa (hasta 25 cm), con grietas longitudinales profundas, por las que se diferencia fácilmente de Q. rotundifolia. Esta corteza o corcho es aprovechada por el hombre, que la extrae cada 8-12 años, dejando entonces al árbol un aspecto inconfundible, con las ramas cubiertas por la gruesa corteza y los troncos desnudos y rojizos, que luego se tornan de pardo-negruzcos a grisáceos a medida que se va desarrollando la nueva corteza. Ramas tortuosas, erguidas o extendidas. Ramillas blanquecino-tomentosas. Hojas [2,5-7(10) × 1,2-4,5(6,5) cm] alternas, perennes, de ovadas a ovado-lanceoladas u oblongas, coriáceas, generalmente con algunos dientes poco perceptibles, a veces enteras, verde oscuro y brillantes por el haz y tomentoso-blanquecinas por el envés, con pecíolo tomentoso de 6-20 mm. Flores masculinas en amentos amarillos y colgantes de 4-8 cm, muy numerosos. Flores femeninas solitarias o agrupadas de 2 a 5 en la axila de una bráctea linear. El fruto (la bellota) es ovoide (20-45 × 10-18 mm), con envoltura castaño-negruzca y cúpula con escamas inferiores cortas, ovado-triangulares, imbricadas y más o menos aplicadas y las superiores más largas, con punta recurvada no aplicada.

Floración:

marzo-mayo, a veces hasta el otoño.

 

Fructificación:

septiembre-enero. Las bellotas procedentes de floración otoñal maduran en el verano.

Hábitat:

Terrenos silíceos, sobre suelos muy variados, pero generalmente desprovistos de cal, que tolera muy mal. Desde casi el nivel del mar hasta la media montaña, en bioclima de semiárido a húmedo, pisos termomediterráneo a supramediterráneo.

Distribución:

Región mediterránea occidental. En el N de África puede formar grandes bosques puros o mezclados con otros árboles. Resulta común en el NO de Túnez, todo el Tell argelino y en el centro y N de Marruecos, llegando por el S, con pies y bosquetes aislados, hasta el Alto-Atlas occidental.

Observaciones:

El aspecto más curioso de esta especie es su corteza o «corcho», que se emplea para los más diversos usos (tapones, aislantes, material de construcción, decoración, industria textil y de calzado, etc.), constituyendo una considerable fuente de ingresos para los países productores. La mayor producción mundial se da en la península ibérica, siguiéndole por orden de importancia el NO de África, donde existe casi 1 millón de ha entre bosques puros y mezclados, de las que 480.000 ha están en Argelia, 400.000 en Marruecos y 99.000 en Túnez. El mayor alcornocal del mundo, con unas 60.000 ha, es el de la Mamora (Marruecos) cuya conservación está muy amenazada (plagas, sobrepastoreo, infraestructuras viarias, plantaciones de eucaliptos, etc.)

El bosque de Q. suber es poco denso, lo que favorece la aparición de pastos en buena cantidad y calidad, muy aprovechados desde antiguo, al igual que las bellotas. Asimismo, desde la antigüedad se explotaron leñas y madera para quemar y carbón. Sin embargo, su mejor recurso renovable es el corcho. La extracción del corcho no perjudica al árbol si se hace con cuidado, cosa que generalmente no ocurre, siendo frecuente la producción de pequeñas heridas por las que penetran los insectos perforadores y con ellos toda una serie de enfermedades que pueden acabar con la vida del árbol. Aún en el mejor de los casos, los árboles descorchados viven muchos menos años que los que no lo han sido nunca. Entre la madera y la corteza existe una delgada capa que protege al tronco tras el descorche y hasta que se forma una nueva corteza. Esta delgada capa, amarillenta, es muy rica en taninos y ha sido muy utilizada para el tinte por los curtidores. La extracción de esta capa supone la muerte de los árboles en 1-2 años.

Los bosques de esta especie, al igual que los de Q. rotundifolia y los formados por otros árboles del género Quercus menos extendidos, tienen un extraordinario valor como creadores y protectores de suelo, reguladores hídricos y favorecedores de una gran biodiversidad.

Estado de conservación:

Especie común y de amplia distribución, no se considera amenazada. Actualmente, no está evaluada a nivel global en la Lista Roja de Especies de la UICN.

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